LA CARTOGRAFÍA


INTRODUCCIÓN


 

 


2. PERÍODO MEDIEVAL Y RENACIMIENTO. LA NUEVA CARTOGRAFÍA

A) El ocaso de la cartografía occidental

En el campo de la cartografía, como en muchos otros, el final del mundo antiguo y la alta Edad Media constituyeron períodos de de­cadencia y oscurantismo, al menos en lo que concierne a la Europa occidental. El declive del comercio marítimo, las invasiones bárbaras y el derrumbamiento del poderío romano, privaron a la cartografía de muchas de las motivaciones prácticas que hasta entonces la ha­bían sostenido. Sólo Bizancio recogió una parte de la antigua heren­cia, pero no se produjeron verdaderos progresos.

Los monjes de Occidente, únicos receptores posibles de la cul­tura greco-latina, se dejaron arrastrar por especulaciones teológicas, entre las cuales sucumbieron los últimos restos del conocimiento ob­jetivo. Los esfuerzos para poner de acuerdo este conocimiento con las interpretaciones de los exégetas se revelaron muy pronto inútiles. Todo se redujo a representaciones completamente convencionales y decorativas, sin ninguna base científica, tales como las "imágenes del mundo" (Orbis terrarum), llamadas "T en O", en las que una Tierra circular se dividía simbólicamente en tres partes, como la Trinidad, mediante dos brazos de mar, en forma de T, con Europa a la izquierda, África a la derecha y Asia en la parte superior, donde es­taba situado el Oriente, sede del Paraíso Terrenal (fig. 3). Estas imágenes de fe, no de razón, más o menos iluminadas y complica­das, perduraron hasta los principios del Renacimiento.

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FIG. 3. - Mapa medieval "T en O"

 

En esta misma época se produjo en la India un notable desarro­llo de la astronomía y de las matemáticas, y en Extremo Oriente un f1orecimiento de nuevas invenciones: el papel, la impresión por me­dio de madera grabada, la brújula. En China, los grandes trabajos de ordenación y los viajes a Japón, India, Indonesia y Asia central aportaron datos importantes a los geógrafos. A partir de Pei Hsiu (224-273), los cartógrafos chinos extendieron progresivamente la representación de la Tierra a todo el Asia, aunque todavía parecían ignorar el mundo occidental.

B) Los árabes

El nexo de unión entre ambos mundos debía correr a cargo de los árabes. Situados entre Oriente y Occidente, gracias a la explota­ción de las rutas marítimas hacia la India y de las terrestres hacia el Turkestán y China; situados también entre el pasado y el presente, gracias a la traducción a su propio idioma de los autores griegos más dignos de fe, los árabes aseguraron especialmente la transmisión ín­tegra de la herencia de Ptolomeo, así como su enriquecimiento con conocimientos indios y chinos, y con los suyos propios sobre el océano Índico, África y particularmente España.

Edrisi (1099-1164), su más ilustre cartógrafo y viajero, conservó la geografía matemática tal y como había sido recibida de los grie­gos, y dio a la escuela de Palermo un esplendor comparable al que tuvo antaño la de Alejandría. Basándose en datos positivos, cons­truyó en 1154 un gran mapamundi, en el que el Norte estaba situado en la parte inferior, como en los mapas chinos. Este mapamundi, que iba acompañado por 70 mapas de detalle, abarcaba desde la Europa occidental y Escandinavia hasta la India y China, incluyendo tam­bién el Sahara, y puede considerarse como en la suma de los conocimientos geográficos de los árabes hacia la mitad del siglo XII. En Europa, sin embargo, la renovación no comenzó hasta el siglo XV, coincidiendo con los grandes viajes de los italianos a Oriente, el resurgimiento del tráfico en el Mediterráneo, los progresos de la cartografía marítima y el redescubrimiento de Ptolomeo.

Joly, F., La Cartografía, Ed. Ariel, México, 1979