LA CARTOGRAFÍA |
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C) Los portulanos Las representaciones
cartográfico-teológicas de los mejores europeos no podían
satisfacer a los navegantes. Hacia finales del siglo XII, el uso de la brújula,
traído por los árabes de Extremo Oriente, revolucionó
las cartas de navegación. Los marinos, acostumbrados a observar su
rumbo mediante brújulas, de un modo natural y sin preocuparse de las
cuadrículas graduadas de los sabios -por otra parte casi olvidadas-, construyeron mapas en los que
representaban las direcciones por ellos seguidas. Mediante intersecciones a
partir de puntos conocidos, obtenían la posición de otros
desconocidos; inversamente, una ruta trazada sobre el mapa les
proporcionaba el rumbo a seguir. Estas "cartas de pilotos", "portolanos" o portulanos,
eran fundamentalmente
prácticas y empíricas, y se revelaron lo bastante exactas y
eficaces como para obtener, desde el síglo XIV al XVI, un
éxito merecido. Los grandes maestros de los portulanos fueron los cartógrafos
italianos de Pisa, Génova, Venecia y Sicilia,
así como los catalanes de Barcelona y los mallorquines. A base de una
constante puesta al día de sus documentos, con la ayuda de los nuevos
levantamientos, consiguieron una imagen cada vez más precisa de las
costas de la cuenca mediterránea y del Atlántico
próximo. Incluso alguno de ellos, en el siglo XIV, incorporaron
a sus mapas informes recogidos por viajeros terrestres, especialmente los de
Marco Polo (fines del siglo XII), uniendo de este modo Europa con China. La construcción de los portulanos estaba
basada en los rumbos de rosas de los vientos divididas en 8, 16 o 32 partes,
y no se refería a ningún sistema de coordenadas. En aquella
época, la medida en el mar de longitudes y latitudes era
prácticamente imposible. El Norte estaba situado en la parte superior
del mapa, siguiendo la dirección de la aguja imantada, siendo por
tanto el Norte Magnético la línea de fe. Como consecuencia, y a
causa de la declinación, se producía un trazado algo inclinado
de los ejes Oeste - Este, como ocurría en el Mediterráneo. Una
rosa central se enlazaba en todas sus direcciones, mediante
"líneas de vientos", a otras rosas dispuestas según
un polígono de 8, 16 o, más raramente, 32 lados (fig. 4,
en imagen adjunta). Las líneas que los navegantes trazaban sobre estas
cartas eran, de hecho, loxodrómicas rectilíneas. Dada su
construcción empírica, los portulanos conducían
necesariamente a una proyección conforme, es decir, conservadora
de los ángulos, análoga a los "mapas planas", pero
cuyos meridianos eran los magnéticos, no los geográficos. Esto
constituyó un segundo paso hacia la proyección de Mercator. Los portulanos llevaban además una
escala gráfica que permitía el cálculo aproximado
de las dis- |
tancias. Estos dibujos, a menudo de una precisión notable, constituyeron la gran
aportación a la cartografía de los finales de D) Redescubrimiento de Ptolomeo y grandes viajes Otro acontecimiento importante de esta misma
época fue el redescubrimiento de Ptolomeo, gracias a los
manuscritos árabes. La primera traducción al latín de la
obra del gran geógrafo data de principios del siglo xv. Algunas copias manuscritas, y luego impresas, se
difundieron por Europa, con lo que se renovó la idea de la esfericidad
de Los grandes viajes de Cristóbal Colón (1492), Vasco de
Gama (1497), Núñez de Balboa (1513), Magallanes y Elcano (1519-1522), seguidos por los de los navegantes
ingleses y franceses, ampliaron desmesuradamente el conocimiento
geográfico de E) La nueva cartografía Los maestros de
la nueva cartografía no fueron navegantes, sino matemáticos y
astrónomos, principalmente alemanes y flamencos, que propusieron
algunas proyecciones originales para abarcar el conjunto de A finales del siglo XVI, pese a que existían todavía muchas
incógnitas, el mundo estaba ya concebido y representado en su
forma y dimensiones reales. España, Portugal, Alemania, los Paises Bajos y Francia, utilizando las nuevas
técnicas de grabado sobre madera o metal y de impresión, se
convirtieron en centros de talleres de construcción de mapas
racionales, desembarazados ya de todo carácter subjetivo, y capaces de
constituir una referencia para la eventual localización de
cualquier lugar. |